«… la caridad, ¡oh! la caridad que soporta todo, que excusa todo, que se adelanta a todo para agradecer…, para darles gusto, que hace a las personas humildes haciendo preferir los otros a uno mismo en todo».
(Santa Juana Isabel, Fundadora de las Hijas de la Cruz)
Todo el mundo sabe que la crisis que aún no hemos dejado atrás tiene unas gravísimas consecuencias socioeconómicas. No solo en las grandes empresas, sino sobre todo entre los pequeños y medianos empresarios, los artesanos, “los de los comercios, los talleres, la limpieza, el transporte y tantos otros”. Su sacrificio para encontrar una salida a esta crisis, para salvar su negocio y a sus empleados, está siendo enorme. Ellos “con valor, con esfuerzo, con sacrificio, invierten en la vida, generando bienestar, oportunidades y trabajo”. El Papa Francisco ha querido agradecerles su labor en su intención de oración para el mes de agosto. Unámonos a su agradecimiento compartiendo este video.
“Como consecuencia de la pandemia y de las guerras, el mundo se enfrenta a una grave crisis socioeconómica. ¡Todavía no nos dimos cuenta!
Y entre los grandes perjudicados están los pequeños y medianos empresarios.
Los de los comercios, los talleres, la limpieza, el transporte y tantos otros. Los que no salen en las listas de los más ricos y poderosos y, a pesar de las dificultades, crean puestos de trabajo manteniendo su responsabilidad social.
Los que invierten en el bien común en lugar de esconder su dinero en paraísos fiscales.
Todos ellos dedican una enorme capacidad creativa a cambiar las cosas desde abajo, desde donde siempre sale la mejor creatividad.
Y con valor, con esfuerzo, con sacrificio, invierten en la vida generando bienestar, oportunidades y trabajo.
Recemos para que los pequeños y medianos empresarios, duramente afectados por la crisis económica y social, encuentren los medios necesarios para continuar su actividad al servicio de las comunidades en las que viven”.
«Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.»