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Defender los derechos humanos fundamentales puede significar, en muchas partes del mundo, un riesgo. No sólo en regímenes dictatoriales, sino también en algunas democracias que pasan por una crisis. Hace falta coraje, como dice Francisco para “oponerse activamente a la pobreza, la desigualdad, a la falta de trabajo, de tierra, de vivienda, de derechos sociales y laborales”. El Papa nos invita este mes a apoyar a los que asumen las consecuencias de defender los derechos fundamentales allá donde no es fácil “para que vean que su sacrificio y su trabajo dé fruto abundante”. No los dejemos solos. Reza y comparte estas palabras del Papa para que estos valientes se sientan acompañados en su labor.
“Para defender los derechos humanos fundamentales hace falta coraje y determinación.
Me refiero a oponerse activamente a la pobreza, la desigualdad, a la falta de trabajo, de tierra, de vivienda, de derechos sociales y laborales.
Piensen que muchas veces los derechos humanos fundamentales no son iguales para todos. Hay gente de primera, de segunda, de tercera y de descarte.
No. Tienen que ser iguales para todos.
Y en algunos lugares defender la dignidad de las personas puede significar ir a prisión, incluso sin juicio. O puede significar la calumnia.
Cada ser humano tiene derecho, tiene derecho a desarrollarse integralmente, y ese derecho básico no puede ser negado por ningún país.
Recemos para que aquellos que arriesgan sus vidas luchando por los derechos fundamentales en dictaduras, en regímenes autoritarios e incluso en democracias en crisis para que vean que su sacrificio y su trabajo dé fruto abundante.”
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos. (Jn 20, 8-9)
«Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.» (Jn 13, 15)
Salve, custodio del Redentor y esposo de la Virgen María. A ti Dios confió a su Hijo, en ti María depositó su confianza, contigo Cristo se forjó como hombre.
Oh, bienaventurado José, muéstrate padre también a nosotros y guíanos en el camino de la vida. Concédenos gracia, misericordia y valentía, y defiéndenos de todo mal. Amén.