
«Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian». (Lc 6, 27)
«Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian». (Lc 6, 27)
«Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis. Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre.» (Lc 6, 20-22)
Respondió Simón y dijo: Respondió Simón y dijo:
«Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes». (Lc, 5,5)
«En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. (Lc 4, 24)
«El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque él me ha ungido.
Me ha enviado a evangelizar a los pobres,
a proclamar a los cautivos la libertad,
y a los ciegos, la vista;
a poner en libertad a los oprimidos;
a proclamar el año de gracia del Señor». (Lc 4, 18-19)
Su madre dice a los sirvientes: «Haced lo que él os diga». (Jn 2, 5)
También Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco» (Lc 3, 21-22)
Al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. (Mt 2, 11)
Santa María Madre de Dios María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. (Lc 2, 19)
Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos. (Lc 2, 51)