
«Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes».
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo.»
(Jn 20, 21-22)
«Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes».
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo.»
(Jn 20, 21-22)
«Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos.»
(Mt 28, 19-20)
«Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores». (Mt 5, 44)
«Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos». (Mt 5, 20)
Jesús comenzó a proclamar:
«Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca»
(Mt 4, 17)
«Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias.»
(Mt 3,11)
«¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador».
(Lc 18,13)
Jesús nos enseña y nos cura. Dejamos que su Palabra y su Eucaristía nos sitúen en un gran espíritu de fe, de humildad, de sencillez, de dependencia, de pobreza, de renuncia en todo, para que por medio de nosotras, y más por nuestra vida que por nuestras palabras, continúe instruyendo y curando a los pequeños y a los pobres.
(E.V.4)
El Cristo de la comunión debe ser el Cristo existencial, histórico, hecho de personas, de situaciones, de pecado. De otro modo, la comunión sacramental NO tiene sentido. Acoger a Cristo, acoger a los otros, Eucaristía, Palabra.
(Beata María Laura)
«Tú, Jesús me sirves siempre en la Eucaristía, en la confesión, en la Palabra.»
(Beata María Laura)