
«Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»
(Jn 3, 17)
«Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»
(Jn 3, 17)
«Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes».
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo.»
(Jn 20, 21-22)
«Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos.»
(Mt 28, 19-20)
«Yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes.»
(Jn 14, 16-17)
Tomás le dijo:
«Señor, no sabemos a dónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?»
Jesús le respondió:
«Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí».
(Jn 14, 5-6)
Él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz.
(Jn 10, 3-4)
Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce y, mientras comían, Jesús les dijo: «Les aseguro que uno de ustedes me entregará». Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno: «¿Seré yo, Señor?»
(Mt 26, 20-22)
«¡Hosana al Hijo de David!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Hosana en las alturas!
(Mt 21, 9)
Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?» Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.»
(Jn 11, 25-27)
Él dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él. (Jn 9, 38)