Fundadores

Somos misioneros enviados

Un Apóstol infatigable
Amanecen días mejores…
Se despeja el cielo de Francia…
En la primavera de 1801, Andrés-Huberto puede volver a Maillé y, en 1802, regresa a su parroquia.
Viéndole pasar, a él, al salvado de la Revolución, al de rostro pálido y demacrado, se cuchichea respetuosamente:
“OH! Es un santo… hace milagros…”
Andrés-Huberto tiene 50 años.
Hay que construir sobre las ruinas de la Revolución. Hombre de la Palabra,
predica en su pueblo y en los pueblos de los alrededores, misiones para la zona
rural.
Cuando los misioneros enviados son rechazados o fracasan se llama al Sr
Fournet, pues declaran “…los santos siempre tienen éxito…”
Su celo es infatigable.
¿De dónde saca ese entusiasmo este frágil sacerdote?… ¿ese ardor?… ¿esas
energías inesperadas?… ¡Qué importa que yo muera! ¿Es que Dios no va a
encontrar más voces que la mía?…
Después de una marcha difícil, en ayunas, por la nieve, para ir a auxiliar a un
enfermo:
“Jamás me he sentido más contento, ni más fuerte…». “Yo quisiera que todos los
días de mi vida sean como éste.»
Andrés-Huberto es feliz, con una felicidad de Evangelio.

Jesús consagró y envió al mundo a los discípulos y siguió llamando a gente. San Andrés Huberto también fue enviado. ¿Y nosotros? Todos los bautizados somos misioneros… ¿Nos sentimos enviados a compartir el Evangelio allá en donde estamos?

Deja un comentario