Fundadores, Testimonio

2 Recordando a San Andrés Huberto

Un buen pastor
La parroquia es una familia.
En todos los hogares se le llama el BUEN PADRE.
En el tiempo de la recolección, visita a los campesinos en sus campos, y, como
un padre en medio de sus hijos, les habla con bondad y reza con ellos.
Si le invitan a comer y quieren ponerle un plato distinto protesta:
“¿Es que un padre debe estar separado de sus hijos?…”
Conoce a todos sus feligreses. Los ama y le aman.
Cuando vienen a buscarle durante la noche y se lamentan de interrumpirle el
sueño:
“¿Qué decís, queridos hijos?…
Al contrario, os estoy agradecido…”

Toma en serio a los jóvenes. Sabe que Dios les habla.
Cuida las jóvenes vocaciones sacerdotales, les ayuda de muchas maneras: clases
de latín, consejos, estímulo, ayuda material…
Una cuarentena de sacerdotes han salido de la escuela del Padre Fournet.
“Sois los hombres de Dios, les dice.
Sois los hombres del pueblo cristiano”.

“Amad la pobreza, la sencillez, la humildad de Nuestro Señor Jesús”.
Andrés-Huberto ha comprendido que
“A nosotros nos corresponde engendrar a Dios”.

En otras palabras: Andrés-Huberto ha comprendido que nosotros, si somos cristianos de verdad, sentiremos la llamada a permanecer en el amor que Jesús nos enseñó con su vida (Jn 15, 9).

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