Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.» (Mt 17, 5)

Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.» (Mt 17, 5)
«Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores». (Mt 5, 44)
«Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos». (Mt 5, 20)
«Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo». (Mt 5, 16)
«Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».
(Mt 5, 12)
Jesús comenzó a proclamar:
«Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca»
(Mt 4, 17)
Juan vio a acercarse a Jesús y dijo: «Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo».
(Jn 1, 29)
Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo que vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre Él. Le vino una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto».
(Mt 3, 16-17)
“El Señor te bendiga y te proteja,
ilumine su rostro sobre ti
y te conceda su favor.
El Señor te muestre tu rostro
y te conceda la paz”.
(Nm 6,24-26)
«José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo.»
(Mt 1, 20)